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La lección del viejo Lim ⎪ Por el Dr. Nelio Chimentón

Lim presentía que el largo camino  de su paso por esta vida terrena estaba llegando a su fin… se hallaba en el crepúsculo de su existencia, lo entendía y lo aceptaba con total serenidad.

Repasando su pasado, encontró que tenía muy escasos temas de los que tuviera que arrepentirse; se sentía en paz con los dioses y con los hombres... había sido exitoso en el comercio con el agregado de haber sostenido su honradez a toda costa. No recordaba haber perjudicado a nadie, al menos intencionadamente. Creía haber sido un buen padre de sus siete hijos y un gentil y generoso esposo con sus esposas.

Ahora que había llegado el momento del balance, se sabía preparado para la partida... hasta tenía la fortuna de haber logrado que le fabricaran un hermoso ataúd de cedro pulido, que era la envidia de sus vecinos que comentaban:  Lim es tan opulento que hasta se ha asegurado una morada de lujo para su cuerpo cuando su espíritu lo abandone para buscar uno nuevo en su próxima existencia.


Sin embargo no todo eran flores en sus pensamientos... Tenía una preocupación que no había podido quitarse. Como le quedaba poco tiempo decidió dejar resuelto el problema que lo atenazaba. Lim había escuchado subidas discusiones entre sus muchachos. Notaba una irritante tirantez y hasta una despiadada competencia. Su edad y su enfermedad no le impedían escuchar y mucho menos meditar, y el hecho de estar postrado le facilitaba el tiempo para buscar una solución.


Pidió a uno de sus sirvientes se allegara a su plantación, y trajera siete varas de mimbre. Que las uniera en ambos extremos  con un par de cintas rojas, y que les pidiera a sus hijos las llevaran consigo junto a su lecho.

Satisfecho su mandato, les habló: Muchachos, aquel de ustedes que sea capaz de quebrar con sus manos este hato de varas de mimbre, será mi único heredero... dueño de mis posesiones y fortuna... que no es muy poca.

Brillando en sus ojos la codicia, cada uno de los siete jóvenes, se afanaron por quebrar el hato... pero ninguno lo logró. Entonces Lim, desató ambas cintas y sin decir palabra, fue quebrando una a una las siete varas.

La queja de los jóvenes no se hizo esperar... ¡Ea Padre! ¡Ud. Ha montado una farsa! ¡Así también lo hubiéramos hecho nosotros!

Lim con la templanza de los sabios les responde: ¡Claro que sí! ¡Estoy seguro de eso! Si yo con lo poquito que me queda de fuerza las he quebrado... no caben dudas que ustedes también lo hubieran hecho.

Al borde de su resistencia física, Lim se recostó sobre la almohada mientras se dibujaba una sutil sonrisa en sus labios amoratados.


Los jóvenes fueron abandonando la alcoba con cabeza gacha... evitando mirarse unos a otros, turbados y avergonzados. Finalmente el mayor rompió el silencio y dirigiéndose a sus hermanos les dijo: Nuestro padre acaba de dejarnos lo mejor de su herencia... nos ha transmitido el mensaje de su sabiduría... Queda claro que separados siempre seremos víctimas de cualquier aprovechador... pero juntos nadie podrá quebrarnos  jamás...

Esta es la historia de Lim... ocurrió en la lejana China... Pero bien vale para los hombres de todos los confines de la tierra. Tanto es así que, por estos pagos y en  versos gauchos, alguien escribió un día:


LOS HERMANOS SEAN UNIDOS
PORQUE ESA ES LA LEY PRIMERA.
TENGAN UNION VERDADERA
EN CUALQUIER TIEMPO QUE SEA
PORQUE SI ENTRE ELLOS PELEAN
LOS DEVORAN LOS DE AJUERA.


Y es bueno recordar, que nuestros hermanos también son aquellos seres recién concebidos, los de la primera y segunda infancia, los adolescentes, los adultos y los ancianos. Cada vez que atentamos contra la existencia, en cualquiera de sus etapas, estamos destruyendo a un hermano nuestro que tiene el mismo derecho a la vida que nosotros. 



Dr Nelio José Chimenton. Médico rural
COLUMNISTA CULTURIZAR MEDIOS
Facebook: https://www.facebook.com/nchimenton




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