Lamentablemente, la realidad supera a la ficción, y son muchos los adolescentes que se encuentran solos, sin contención, sostén ni referentes.
Serie Adolescencia, 4º Parte. Por Yanina Cossime*
En la columna anterior señalamos que en la serie “Adolescencia” podemos observar a los chicos enfrentar las dificultades propias de su edad en soledad. Lamentablemente, la realidad supera a la ficción, y son muchos los adolescentes que se encuentran solos, sin contención, sostén ni referentes.
Por un lado, nos encontramos con una cultura en la que se desdibuja el rol de los adultos. Muchos ya no cumplen con la función diferencial que se espera de ellos por contrato cultural: ser referentes de la ley y la autoridad dentro de la sociedad, transmitiendo valores y normas esenciales que sostienen el tejido social. Esto ocurre tanto fuera de la familia (docentes, preceptores, etc.) como dentro de ella, con padres que intentan ser “amigos” de sus hijos o que prefieren “no fastidiarlos” corrigiéndolos, estableciendo normas de conducta u obligaciones.
La falta de límites y reglas que protejan y orienten a los adolescentes trae consecuencias profundas. Los chicos no respetan la autoridad, no porque no tengan necesidad de ella, sino porque muchos adultos no asumen la responsabilidad de ejercerla adecuadamente.
Esto genera caos, desbordes, inadaptación social, vandalismo y un aumento de conductas peligrosas, ya que los adolescentes no tienen noción de las consecuencias de sus actos.
Por otro lado, la familia deja un gran vacío: la ausencia física de los padres (debido al trabajo, ocupaciones, aspiraciones personales, las corridas, etc.) y/o emocional (por falta de herramientas, desconocimiento de lo que les sucede a sus hijos en esa edad, temor a enfrentarse con una realidad que creen los supera, o simplemente falta de interés) deja a los adolescentes en un estado de profunda soledad que puede derivar en depresión, adicciones y conductas de riesgo.
Muchos padres y cuidadores están desorientados respecto a su rol, sintiendo que los modelos recibidos en sus familias de origen fueron deficientes o erróneos (por ejemplo, por haber prevalecido la violencia) e intentan hacer “todo lo opuesto”, olvidando que los extremos nunca son buenos. Además, desconocen la realidad de sus hijos, la necesidad de cumplir con sus funciones parentales y la importancia de su presencia activa en sus vidas.
La falta de comunicación personal, la carencia de educación emocional y afectiva, el uso irresponsable de las redes sociales y la deficiencia en la educación sexual, junto con la reproducción de estereotipos de género, son elementos que observamos en la serie y que reflejan la realidad de muchas familias.
Pero lo más desgarrador, a mi entender, es que la familia no acepte a sus hijos “tal cual son”. La falta de aceptación y la imposición de estereotipos transforma la mirada de los padres en un espejo sucio que distorsiona la imagen verdadera del niño/adolescente.
Cuando los padres no pueden ver a sus hijos como personas completas, maravillosas y en desarrollo, con talentos a explotar y un propósito a descubrir, los obligan a correr incansablemente para merecer algo que no se puede comprar: el amor.
Es fundamental que los adultos asuman su rol como guías y referentes, estableciendo límites claros y fomentando una relación de respeto y aceptación. Solo así podremos ofrecer a los adolescentes la contención emocional necesaria para que se desarrollen de manera saludable y plena.
* Yanina Cossime es esposa, madre, Lic. en Orientación Familiar, profesora, Operadora Socio Comunitaria, Diplomada en Prevención y Tratamiento de la Violencia, en políticas públicas para la primera infancia y la familia y en educación integral de la sexualidad.
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