El potencial de sentir envidia es innato. Depende de nosotros si elegimos alimentarlo.
Desear vivir plenamente es natural y no tiene nada de malo: es una parte innata del ser humano. Anhelamos amistad, amor, competencia, seguridad e incluso aventura. Sin estos deseos, es posible que nos falte la motivación para buscar una vida plena para nosotros y quienes nos rodean.
Sin embargo, nuestra alma sufre cuando deseamos excesivamente algo que otros poseen. Este sentimiento, conocido como envidia, toma un impulso humano normal y, como un cáncer, hace que crezca mucho más allá de sus proporciones normales.
A medida que la envidia se intensifica, desplaza la felicidad en nuestras vidas: no sólo el placer momentáneo o la satisfacción diaria, sino también el sentido de significado y propósito que le damos a nuestra vida. En todos estos sentidos, la envidia erosiona la felicidad y no ofrece nada a cambio.
No se apresure a descartar la pérdida de felicidad como una cuestión meramente personal. ¿Has notado que las personas infelices tienden a no relacionarse con los demás? Están consumidos por su propia tristeza. Sólo desde un lugar de felicidad, interpretado en sentido amplio, vemos a las personas participar en los tipos de relaciones y comunidades que apoyan el florecimiento humano.
9 formas en que la envidia frustra la felicidad.
La envidia, como puedes ver, es un tema importante. Es fundamental aclarar este punto y pintar una imagen más vívida en su mente. He descrito nueve formas en que la envidia corta nuestra conexión con la felicidad. Que te sirvan de estímulo para arrancar de raíz la mala hierba de la envidia en el momento en que notes que echa raíces en tu corazón.
1. Distorsiona la percepción de la realidad.
Las personas envidiosas no ven el mundo como realmente es. Lo que desean ocupa un lugar preponderante en sus mentes, provocando diversas complicaciones posteriores. Por ejemplo, uno podría criticar a alguien por compartir buenas noticias, malinterpretándolo como alarde.
2. Reduce la estimación de su propio valor.
En el corazón de la envidia está la comparación entre tu vida y la vida de otra persona que deseas. Pasar demasiado tiempo en este estado mental eventualmente te llevará a verte a ti mismo como menos que los demás, viéndolos como mejores o más importantes porque han logrado lo que quieres.
3. Resentimiento hacia los demás.
Reconocer que los demás tienen lo que uno desea no fomenta el respeto ni la admiración. Si la persona es alguien que conoces, su presencia puede parecer amenazante y sirve como un recordatorio constante de lo que no puedes lograr.
4. Insatisfacción crónica con tu vida.
Centrarse en lo que te falta rara vez deja espacio para apreciar lo que tienes. Normalmente, podemos admirar algo, planear lograrlo y seguir disfrutando de la vida. Sin embargo, el deseo excesivo nos ciega, eclipsando todo menos la búsqueda.
5. Pérdida de concentración en lo que importa.
La envidia magnifica desproporcionadamente el valor del objeto, llevándolo a convertirse en una pieza faltante de tu identidad. Este estado puede hacer que pierdas el foco en lo que es realmente importante, ya que la obsesión con este deseo desplaza a todo lo demás.
6. Retiro de las relaciones.
Cuando deseas algo intensamente, es posible que veas a quienes te rodean como meros medios para lograr un fin, en lugar de valorar las relaciones por sí mismas. Este giro hacia adentro puede dejarte indiferente a los objetivos de los demás y centrado únicamente en tus propios planes.
7. Tiempo perdido y esfuerzo mental.
La envidia conduce a ciclos interminables de cavilación, obsesionándose con los objetos de tu envidia en lugar de disfrutar cada día tal como llega. Tus mejores energías son consumidas por planes para lograr tus deseos.
8. Falta de gratitud por los placeres simples de la vida.
Si la envidia es la forma más fácil de arruinar tu felicidad, la gratitud es su antídoto. Las personas agradecidas amplifican su alegría apreciando incluso las pequeñas bendiciones. Sin embargo, la gratitud y la envidia son incompatibles, como el aceite y el agua: no pueden coexistir.
9. Vergüenza y abandono de uno mismo.
Si no logras alcanzar tus deseos, puedes culpar a los demás o a ti mismo. En el caso de este último, puedes descuidar tu propio bienestar, sintiéndote indigno de atención hasta que alcances un determinado hito.
¿Felicidad o envidia? La decisión es tuya.
Los filósofos llevan miles de años advirtiendo contra la envidia. Sin embargo, para los lectores más interesados en la ciencia, un artículo de investigación de 2009 en la Revista Interamericana de Psicología también mostró que las personas con niveles más altos de envidia tenían menos probabilidades de estar satisfechos con sus vidas y más probabilidades de reportar sentimientos de baja energía. e infelicidad.
Cuando la filosofía, la ciencia y la moralidad del sentido común están de acuerdo, la sabiduría dicta que tomemos en serio sus conclusiones. No hay nada que ganar con la envidia y mucho que perder. Esté atento cuando cruce la línea que va desde simplemente querer algo bueno (a no poder disfrutar de la vida sin ello) o a resentirse con los demás por poseer lo que desea y obsesionarse con adquirirlo usted mismo.
Resulta que la felicidad se alinea bien con la filosofía minimalista, que se fortalece mediante la resta en lugar de la suma. Al eliminar la envidia (el deseo excesivo por lo que otros poseen), es probable que experimentes una mayor satisfacción con tu propia vida. Esta simple observación puede verificarse fácilmente a través de la experiencia personal. Si lo que buscas en la vida es alegría, significado y felicidad, entonces no hay lugar para la envidia.
*Fuente: The Epoch Times. Por Mike Donghia.
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