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Atletas olímpicas, la industria deportiva solo les ofreció el aborto ⎪ CULTURIZAR MEDIOS

«No conozco a otra atleta que no haya tenido un aborto, y eso es triste»

Para estas atletas olímpicas, la industria deportiva solo les ofreció una forma de seguir: El aborto

En plena celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, obtener un puesto en el podio representa para los atletas la recompensa a años de sacrificio y entrenamiento y su lanzamiento al salón de la fama mundial.

Fuente: ReL*


A cuatro días de su comienzo, son decenas las medallas que se han repartido, entre ellas, una de plata para la nadadora católica de Estados Unidos, Katie Ledecky. Sin embargo, la satisfacción y el triunfo que muestran las sonrisas de las atletas ganadoras esconden en algunos otros casos una triste realidad: el aborto es, en no pocas ocasiones, el precio definitivo a pagar por la victoria. Una realidad que, como ha contado Margaret Brady en Verily Magazine, está más que asentada en las modalidades femeninas del deporte de élite.


Richard Ross, de la cima del mundo al vacío y la desesperación

La primera vez que contó su testimonio, la olímpica Sanya Richards-Ross afirmó que en 2008, “estaba, literalmente, en la cima del mundo”. “Era la nueva joven promesa de los Estados Unidos. Tenía más de ocho patrocinadores entre las principales marcas nacionales, el amor de mi vida y yo nos habíamos prometido y yo permanecía invicta en los 400 metros. Era la gran favorita para ganar el oro en los Juegos Olímpicos”.

Sin embargo, el día antes de marchar a los Juegos de Beijing, la atleta supo que todo se venía abajo mientras se dirigía una clínica abortista, el último lugar dónde querría estar en un momento como ese.


“Sabía que estaba en una encrucijada. Todo lo que siempre quise parecía estar a mi alcance. La culminación de toda una vida de trabajo estaba ante mí. En ese momento, parecía que no había elección en absoluto... Todo el sufrimiento que acompañó ese momento me había dejado tan entumecida que apenas recuerdo los fríos instrumentos que rozaron mi piel ”, relata en su libro, Chasing Grace: Lo que me ha enseñado el cuarto de milla sobre Dios y la vida.

Ya en los Juegos, durante los segundos antes de llegar a la meta, la atleta se sintió vacía y desesperada, y sus sentimientos de vergüenza y culpa truncaron su puesto como favorita para el oro olímpico en un más que amargo tercer puesto. “Tomé una decisión que me rompió”, confesó.


Brianna McNeal, del aborto a "glorificar a Dios" con su talento

Verily recoge también el caso de Brianna McNeal, ganadora del oro olímpico en los Juegos de Río de 2016, y que acaba de ser sancionada a no competir durante los próximos 5 años, después de no presentarse a una prueba de detección antidopaje.

La atleta, embarazada como Richards Ross, se vio entre la espada y la pared ante la presión de los inminentes Juegos Olímpicos y decidió abortar antes de una de las pruebas de dopaje. Cuando el representante de antidopaje se presentó en su casa, McNeal estaba traumatizada, en su cama, mientras experimentaba un agudo síndrome postaborto y no escuchó la llamada.

Queriendo demostrar su obediencia a las normas establecidas, McNeal fue a presentar como justificante la nota médica realizada tras su aborto, pero pensando que la clínica había anotado mal la fecha, la cambió por su cuenta. Esto fue suficiente para que la Unidad de Integridad del Atletismo notase la incidencia. La Unidad sentenció la fatalidad de la atleta con la sanción de cinco años, aún sin haber sido acusada de dopaje.

La investigación descartó la apelación de la atleta, que alegó su situación de trauma postaborto. Que McNeal continuase publicando en redes sociales fue suficiente para descartar la veracidad de sus palabras. Debido a su fe cristiana, fue duramente criticada por buscar asistencia espiritual durante el trauma en lugar de un psiquiatra. Ahora, afirma que busca a Dios cada día y pretende “glorificar a Dios a través del talento con el que me ha bendecido”.


“Lo que sea necesario” para mantener el rendimiento

Richards-Ross afirma que, lejos de ser las únicas estigmatizadas por el embarazo y el aborto, no conoce “a otra atleta que no haya tenido un aborto, y eso es triste”.

Para ella, la práctica generalizada de abortos en el mundo deportivo femenino se debe a la información errónea que circula desde las universidades acerca de la imposibilidad del embarazo para las atletas que han perdido sus ciclos menstruales debido al ejercicio extremo. Pero también, a una cultura en torno al deporte que alienta a “hacer lo que sea necesario para rendir al más alto nivel”.


Un problema que comienza en las universidades

Sin embargo, las trabas para el desarrollo de la cultura de la vida en el deporte comienzan en las propias universidades.

Según ha informado el canal de televisión estadounidense ESPN en varias ocasiones, el sistema de becas para los jóvenes deportistas es fundamental para poder hacer despegar su carrera.

Como admiten cientos de atletas y administrativos universitarios los convenios de becas no dan lugar a dudas en torno a la maternidad. El de la Universidad de Clemson advierte a los deportistas de que “el embarazo que resulte en la incapacidad de competir y contribuir positivamente al éxito resultará en la modificación de la subvención”, y la cadena de televisión explica que al menos siete atletas de élite se han visto forzadas a abortar para poder mantener su beca.

Un caso similar es el de Cassandra Harding. En la Universidad de Menphis, el embarazo de las atletas becadas implica “el despido inmediato y la no renovación de la beca”. Cassandra, que no pudo abortar debido a su estado avanzado de embarazo, fue expulsada de inmediato.


No todas se someten a la presión del aborto

Pese a ser algo extendido entre la élite del deporte, no todas las atletas se someten a la cultura del aborto, y en muchas ocasiones, quienes resisten encuentran en la fe una motivación fundamental.

Es el caso de la olímpica Allyson Felix. Cómo ya contamos en Religión en Libertad, la atleta, de profundas convicciones cristianas, afirma que su meta es “ser cada día más como Cristo” y que la fe, que dirige su vida, es la razón por la que corre. “Siento que he sido bendecida con este regalo”, afirmó en Los Angeles Times.

Por ello, el de Allyson es un ejemplo para todas aquellas atletas que, embarazadas, no desean someterse a los contratos y cláusulas de las grandes compañías deportivas.

Pese a la presión de Nike y el cambio en las condiciones de contratación, Allyson no cedió y siguió adelante con su embarazo. 


En su caso, Felix fue contra Nike. Sus seis oros olímpicos y otros 14 en campeonatos mundiales no fueron suficientes para saciar a su principal sponsor cuando supieron que Allyson estaba embarazada.

Pese a que redujeron en un 70% los beneficios económicos y la sometieron a grandes presiones para abortar, la atleta decidió luchar. Logró que la compañía cambiase sus cláusulas anti-maternidad de los contratos y ha fundado Saysh, una marca deportiva destinada a ayudar a las atletas que desean compaginar su dedicación con la maternidad.


*Fuente: ReL/Religión en Libertad.

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Traumatizada por un aborto pasado, no pudo sostener en sus manos a su hijo recién nacido ⎪ CULTURIZAR MEDIOS

Los efectos del aborto no son solo los físicos y no solo afectan y atormentan a la madre en relación con el bebé perdido. El síndrome post aborto afecta enormemente a la relación de la mujer con todo su ambiente e, incluso, con sus próximos hijos, como explica la web provida LiveAction. Es el caso de Carolyn Frandsen, actualmente coordinadora del programa Support After Abortion (Apoyo tras abortar).

Fuente: ReL*

La historia de Carolyn comenzó en un hogar roto. Su adolescencia fue en cierto modo caótica buscando una aceptación de su realidad que no llegaba. La música, el alcohol, la droga, las fiestas… todo con total de llenar su vida. Como ella misma reconoce se juntó con “la multitud equivocada, la gente con la que definitivamente no debería haber estado pasando el rato”. En ese mundo descubrió una nueva oportunidad para hacerse notar: “Disfruté de la situación porque llegué a ser el centro de atención. Me di cuenta de que podía llamar la atención gracias a mi cuerpo. Así que los chicos con los que me movía se convirtieron en mi principal preocupación. Mi objetivo era simplemente sentirme amada”.

Escultura sobre el trauma post aborto de Martin Hudacek

“No lo vas a conservar, ¿verdad?”

Lo esperable llegó. Carolyn inició una “relación muy poco saludable” con 19 años con un chico, y a los seis meses quedó encinta. Ahora que comenzaba a tener un cierto protagonismo y estabilidad, un nuevo problema llegaba a su vida. Es verdad que muchas chicas de su edad ya habían abortado una o más veces para entonces, pero ella nunca había calculado que eso pudiera llegar a sucederle. Es más, tampoco tenía claro cuál sería la respuesta de su novio, y ahora más que nunca necesitaba ser amada y estar acompañada. La respuesta del chico fue muy clara y contundente: “Bueno, no lo vas a conservar, ¿verdad?”.

Por lo que se ve, la decisión ya estaba tomada de antemano. La gente inicia amistades y nunca piensa en las consecuencias que pueden tener sus decisiones. Hay gente que asume sus responsabilidades y otros muchos no quieren saber de problemas. El novio lo tenía claro: problemas fuera. “Creo que sabía que su reacción no iba a ser positiva, pero también creo que realmente esperaba algún tipo de apoyo”. Arreglado el problema por parte del padre, Carolyn entendió que se encontraba sola una vez más: “¡Vaya! Esto realmente depende de mí, y tengo que tomar esta decisión porque él ya tomó la suya”. Pedir ayuda en su casa… imposible, así  que buscó la forma de hacerse un aborto de la forma más discreta posible.


Abortar en soledad

La historia del aborto fue igualmente un camino de soledad y miedo. El que no cuentan en las clínicas abortistas a las mujeres que se acercan a quitarse al hijo de encima. El primero de los compuestos abortistas, la mifepristona, la tomó en la clínica, y después se volvió a casa para seguir el tratamiento con nuevas pastilla, incluida una droga para expulsar a su bebé muerto del útero, el misoprostol, así como unos narcóticos. Supuestamente no había nada de qué preocuparse, se iba a sentir como si fuera “un período pesado”.

Este aborto medio clandestino y en soledad asustó, devastó y adormeció a Carolyn. Llegaron las contracciones y aquello no era como “un período pesado”. Era otra cosa. No quiso tomar analgésicos: “Yo merecía sentir este dolor. Esta fue una decisión que tomé y ahora tengo que sentirla y lidiar con ella”. El dolor empeoró y la sangría fue tremenda, pero lo peor llegó cuando tuvo que deshacerse de su hijo. Simplemente había que tirarlo por el inodoro.

El síndrome postaborto afecta a todas las mujeres, en mayor o menor medida


El trauma post aborto, un nuevo compañero

El siguiente que llamó a su vida fue el trauma postaborto. No fue el novio, ni la familia que ignoraba la situación. Las abortistas y los médicos que hacen abortos niegan que existan consecuencias traumáticas en las mujeres, pero son una realidad. Carolyn se cerró emocionalmente, obviamente dejó al novio, se marchó a otro lugar a vivir huyendo del dolor y entregándose con más ahínco a las drogas, el alcohol y la promiscuidad. Se repetía a sí misma constantemente que lo que había hecho no era malo: El aborto era legal. Como si lo legal fuera lo moral y lo correcto.

Pasaron dos años así y una nueva persona llamó a su puerta. Es cierto que a diferencia de otras relaciones, y sobre todo a diferencia del chico que la dejó sola ante el aborto, el nuevo novio había sido formado en la fe cristiana, y tenía claros algunos aspectos importantes de la vida. Con todo, a los ocho meses de noviazgo, ella se volvió a quedar embarazada. Una vez más, cuando empezaba a salir del agujero y una puerta de esperanza se iluminaba para su vida, se encontraba con algún contratiempo. Pensar en un nuevo aborto le dejaba destrozada. Contarle la situación al novio le daba pánico, pero armada de valor le explicó al chico lo que pasaba. Sin embargo, esta vez, la respuesta del padre del bebé fue: “Está bien, bueno, supongo que vamos a tener un bebé”.

El día del parto

El trauma post aborto la siguió acompañando. Uno no se libera de él tan fácilmente. Es verdad, “sentí alivio al saber que no tuve que pasar por eso de nuevo”, pero el trauma del aborto sin curar afectó negativamente su experiencia del embarazo, el cual debería ser un periodo gozoso. Carolyn recuerda ese tiempo como “desconectada” de la experiencia, y “ni siquiera podía emocionarme, y ni siquiera sabía por qué”.

Pero todavía no había tocado fondo: en la sala de partos, después de dar a luz a su hijo, su ahora esposo le dijo al personal médico que entregaran a la madre el bebé, que fuera la primera en abrazarlo. Sin embargo, contra todo pronóstico, ella se resistió y le dijo a su esposo: “No. No puedo ... no quiero abrazarlo en este momento”.

Para Carolyn, “el día más emocionante de mi vida” también fue “uno de los más tristes”. No es para menos, “fue la primera vez que enfrenté completamente mi decisión de abortar tres años antes. Todo ese correr, todo ese empujón de sentimientos, todo ese entumecimiento, todas las drogas, la bebida, todo eso, solo estaba tratando de escapar del dolor que había estado sintiendo. Pero cuando tuve que mirar a la cara a mi hijo por primera vez, no pude correr más. Ya no podía mentirme a mí mismo... tuve que mirarlo y darme cuenta: esto es lo que tiré por el inodoro”.


Necesidad de apoyar a las mujeres

Carolyn y su marido han tenido otros dos hijos. Y con el tiempo alguien más llamó a su puerta. Esta vez era Dios. Carolyn comenzó a ir a la iglesia y conoció a la responsable al programa de sanación Support After Abortion. En la primera reunión a la que acudió del grupo de sanación, se dio cuenta de que no estaba bien, pero fue el inicio de su recuperación. Esa comprensión condujo muy gradualmente a la curación y una transformación de su corazón y de su mirada en las relaciones con sus hijos vivos.

En la actualidad, Carolyn Frandsen es una de las coordinadoras de Support After Abortion, y lamentablemente su historia de trauma después del aborto está lejos de ser infrecuente. Ella ha tenido la oportunidad de ser apoyada y de reconciliar su vida con las personas con las que convive y con Dios, pero hay mujeres que han abortado, que no han tenido estas oportunidades y sus vidas llevan sendas de ansiedad, depresión, consumo de drogas y alcohol, e incluso suicidio. Y en cualquier caso, aquellas mujeres ha sido abortado, las relaciones con sus hijos vivos “deseados”, siempre se ve dificultada en la relación y en las expresiones de afecto hacia ellos.


*Fuente: ReL/Religión en Libertad. Por Fernando de Navascués.

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