Los efectos del aborto no son solo los físicos y no solo afectan y atormentan a la madre en relación con el bebé perdido. El síndrome post aborto afecta enormemente a la relación de la mujer con todo su ambiente e, incluso, con sus próximos hijos, como explica la web provida LiveAction. Es el caso de Carolyn Frandsen, actualmente coordinadora del programa Support After Abortion (Apoyo tras abortar).
Fuente: ReL*
-La historia de Carolyn comenzó en un hogar roto. Su adolescencia fue en cierto modo caótica buscando una aceptación de su realidad que no llegaba. La música, el alcohol, la droga, las fiestas… todo con total de llenar su vida. Como ella misma reconoce se juntó con “la multitud equivocada, la gente con la que definitivamente no debería haber estado pasando el rato”. En ese mundo descubrió una nueva oportunidad para hacerse notar: “Disfruté de la situación porque llegué a ser el centro de atención. Me di cuenta de que podía llamar la atención gracias a mi cuerpo. Así que los chicos con los que me movía se convirtieron en mi principal preocupación. Mi objetivo era simplemente sentirme amada”.
“No lo vas a conservar, ¿verdad?”
Lo esperable llegó. Carolyn inició una “relación muy poco saludable” con 19 años con un chico, y a los seis meses quedó encinta. Ahora que comenzaba a tener un cierto protagonismo y estabilidad, un nuevo problema llegaba a su vida. Es verdad que muchas chicas de su edad ya habían abortado una o más veces para entonces, pero ella nunca había calculado que eso pudiera llegar a sucederle. Es más, tampoco tenía claro cuál sería la respuesta de su novio, y ahora más que nunca necesitaba ser amada y estar acompañada. La respuesta del chico fue muy clara y contundente: “Bueno, no lo vas a conservar, ¿verdad?”.
Por lo que se ve, la decisión ya estaba tomada de antemano. La gente inicia amistades y nunca piensa en las consecuencias que pueden tener sus decisiones. Hay gente que asume sus responsabilidades y otros muchos no quieren saber de problemas. El novio lo tenía claro: problemas fuera. “Creo que sabía que su reacción no iba a ser positiva, pero también creo que realmente esperaba algún tipo de apoyo”. Arreglado el problema por parte del padre, Carolyn entendió que se encontraba sola una vez más: “¡Vaya! Esto realmente depende de mí, y tengo que tomar esta decisión porque él ya tomó la suya”. Pedir ayuda en su casa… imposible, así que buscó la forma de hacerse un aborto de la forma más discreta posible.
Abortar en soledad
La historia del aborto fue igualmente un camino de soledad y miedo. El que no cuentan en las clínicas abortistas a las mujeres que se acercan a quitarse al hijo de encima. El primero de los compuestos abortistas, la mifepristona, la tomó en la clínica, y después se volvió a casa para seguir el tratamiento con nuevas pastilla, incluida una droga para expulsar a su bebé muerto del útero, el misoprostol, así como unos narcóticos. Supuestamente no había nada de qué preocuparse, se iba a sentir como si fuera “un período pesado”.
Este aborto medio clandestino y en soledad asustó, devastó y adormeció a Carolyn. Llegaron las contracciones y aquello no era como “un período pesado”. Era otra cosa. No quiso tomar analgésicos: “Yo merecía sentir este dolor. Esta fue una decisión que tomé y ahora tengo que sentirla y lidiar con ella”. El dolor empeoró y la sangría fue tremenda, pero lo peor llegó cuando tuvo que deshacerse de su hijo. Simplemente había que tirarlo por el inodoro.
El trauma post aborto, un nuevo compañero
El siguiente que llamó a su vida fue el trauma postaborto. No fue el novio, ni la familia que ignoraba la situación. Las abortistas y los médicos que hacen abortos niegan que existan consecuencias traumáticas en las mujeres, pero son una realidad. Carolyn se cerró emocionalmente, obviamente dejó al novio, se marchó a otro lugar a vivir huyendo del dolor y entregándose con más ahínco a las drogas, el alcohol y la promiscuidad. Se repetía a sí misma constantemente que lo que había hecho no era malo: El aborto era legal. Como si lo legal fuera lo moral y lo correcto.
Pasaron dos años así y una nueva persona llamó a su puerta. Es cierto que a diferencia de otras relaciones, y sobre todo a diferencia del chico que la dejó sola ante el aborto, el nuevo novio había sido formado en la fe cristiana, y tenía claros algunos aspectos importantes de la vida. Con todo, a los ocho meses de noviazgo, ella se volvió a quedar embarazada. Una vez más, cuando empezaba a salir del agujero y una puerta de esperanza se iluminaba para su vida, se encontraba con algún contratiempo. Pensar en un nuevo aborto le dejaba destrozada. Contarle la situación al novio le daba pánico, pero armada de valor le explicó al chico lo que pasaba. Sin embargo, esta vez, la respuesta del padre del bebé fue: “Está bien, bueno, supongo que vamos a tener un bebé”.
-El día del parto
El trauma post aborto la siguió acompañando. Uno no se libera de él tan fácilmente. Es verdad, “sentí alivio al saber que no tuve que pasar por eso de nuevo”, pero el trauma del aborto sin curar afectó negativamente su experiencia del embarazo, el cual debería ser un periodo gozoso. Carolyn recuerda ese tiempo como “desconectada” de la experiencia, y “ni siquiera podía emocionarme, y ni siquiera sabía por qué”.
Pero todavía no había tocado fondo: en la sala de partos, después de dar a luz a su hijo, su ahora esposo le dijo al personal médico que entregaran a la madre el bebé, que fuera la primera en abrazarlo. Sin embargo, contra todo pronóstico, ella se resistió y le dijo a su esposo: “No. No puedo ... no quiero abrazarlo en este momento”.
Para Carolyn, “el día más emocionante de mi vida” también fue “uno de los más tristes”. No es para menos, “fue la primera vez que enfrenté completamente mi decisión de abortar tres años antes. Todo ese correr, todo ese empujón de sentimientos, todo ese entumecimiento, todas las drogas, la bebida, todo eso, solo estaba tratando de escapar del dolor que había estado sintiendo. Pero cuando tuve que mirar a la cara a mi hijo por primera vez, no pude correr más. Ya no podía mentirme a mí mismo... tuve que mirarlo y darme cuenta: esto es lo que tiré por el inodoro”.
Necesidad de apoyar a las mujeres
Carolyn y su marido han tenido otros dos hijos. Y con el tiempo alguien más llamó a su puerta. Esta vez era Dios. Carolyn comenzó a ir a la iglesia y conoció a la responsable al programa de sanación Support After Abortion. En la primera reunión a la que acudió del grupo de sanación, se dio cuenta de que no estaba bien, pero fue el inicio de su recuperación. Esa comprensión condujo muy gradualmente a la curación y una transformación de su corazón y de su mirada en las relaciones con sus hijos vivos.
En la actualidad, Carolyn Frandsen es una de las coordinadoras de Support After Abortion, y lamentablemente su historia de trauma después del aborto está lejos de ser infrecuente. Ella ha tenido la oportunidad de ser apoyada y de reconciliar su vida con las personas con las que convive y con Dios, pero hay mujeres que han abortado, que no han tenido estas oportunidades y sus vidas llevan sendas de ansiedad, depresión, consumo de drogas y alcohol, e incluso suicidio. Y en cualquier caso, aquellas mujeres ha sido abortado, las relaciones con sus hijos vivos “deseados”, siempre se ve dificultada en la relación y en las expresiones de afecto hacia ellos.
*Fuente: ReL/Religión en Libertad. Por Fernando de Navascués.